Poesía y activismo sin fronteras
La periodista y activista brasileña Adelaide Ivánova es la autora del premiado libro el martillo, recién publicado en la Argentina por Mandacaru, bajo la traducción de Diana Klinger. En esta entrevista, realizada en el puente entre Buenos Aires y Berlín, donde la poeta vive actualmente, hablamos sobre poesía, fotografía y el actual campo literario y político brasileño.
Foto: Pedro Pinho
MANDACARU – Adelaide, el público argentino ya te conocía por tu trabajo como fotógrafa (en 2010, con la muestra “Casa Escopica”, en la Casa Escopica, Bahía Blanca), y ahora, por primera vez, se publica un libro tuyo de poesía por aquí. Nos gustaría que te presentes a vos misma para nuestres lectores: ¿quién es hoy Adelaide Ivánova?
AI – Socorro, ¡qué pregunta simple y difícil! No lo sé, creo que soy una persona que sabe más sobre sí misma que en 2010, y, al mismo tiempo, que está menos preocupada por sí misma y más preocupada por el mundo. En síntesis, diría que soy una trabajadora, a veces deprimida, pero no siempre, y siempre apasionada por el potencial infinito de ser maravillosas que tienen las personas.
MANDACARU – En algunos de tus textos, como en los de tu blog (http://vodcabarata.blogspot.com), hacés referencia a la importancia de tu abuelo en tu vida y en la construcción como sujeta politizada. ¿Podés contarnos un poco más sobre quién era tu abuelo y sobre esa relación entre ustedes?
AI – Mi abuelo y mi abuela tienen mucha influencia en mi vida, por diferentes motivos. Mi abuelo fue el primer ambientalista con el cual tuve contacto, un trabajador rural y organizador comunitario, con un entendimiento profundo sobre las injusticias sociales -en este sentido, era un pensador radical, a pesar de solo haber podido asistir a la escuela hasta segundo grado. Mi abuela tenía un gran amor por la tierra, por los animales, por las plantas, pero sobre todo por los seres humanos. Él es el responsable por mi conexión profunda y emocional con lo agreste y con el sertón nordestino, y el responsable por que yo tenga, al igual que él, esa creencia pedagógica, freireana, de que todas las personas importan, de que todo puede mejorarse, siempre. Eso él se lo transmitió a mi madre, también, y a sus hermanas. ¡Es una familia de mujeres profesoras!
Por su parte, mi abuela es una figura de autoridad. Ella representa la fuerza, la sobrevivencia, la disciplina. No es la persona más dócil y amorosa del mundo, como era mi abuelo; no está libre de prejuicios, pero tiene mucha dignidad y es una persona muy interesada en la vida, extremadamente curiosa con todo –¡hasta hoy en día, con 99 años!
MANDACARU – ¿Cuál es la relación entre tu trabajo fotográfico y la poesía? ¿Se interrelacionan en tu obra?
AI – La relación se da en el hecho de que no existe separación, ¡jajaja! Son medios diferentes utilizados bajo el mismo propósito que es el de responder una pregunta, calmar una inquietud. Lo que importa mucho más es la pregunta que se quiere responder, es la solución a un problema colectivo que se quiere proponer, y no el medio que es necesario utilizar para responderla.
“Lo que quería era un medio que fuese capaz de causar emociones explosivas en les lectores, usando el mínimo de artificios posibles. La poesía me pareció el medio ideal para lograrlo.”
Adelaide Ivánova
MANDACARU – Adelaide, el martelo es un libro sobre violencia y sexualidad, narrado por una mujer anónima que, en la primera parte de la obra, describe su experiencia pós-violación en instituciones públicas e instancias burocráticas, mientras que, en la segunda, narra su experiencia como mujer casada y adúltera y las violencias que sufre también en esos espacios. ¿Cómo surgió la idea de escribir una serie de poemas sobre esas temáticas y de presentarlas así, desde una estructura dividida?
AI – La división del libro está inspirada en Constantino, el Grande, el primer emperador cristiano de Roma que decretó una ley que proclamaba que violación y adulterio eran crímenes semejantes, ambos cometidos apenas por las mujeres, dado que ellas habían sido incapaces de cuidar su cuerpo, que en aquella época (y, de cierto modo, aún hoy), era considerado como propiedad de su marido y de su padre.
MANDACARU – ¿Cómo fue el proceso creativo del libro? ¿Y por qué el martillo – en singular y en minúscula- como título de la obra?
AI – Yo venía intentando trabajar el tema de la violencia sexualizada y de género desde hacía ya algunos años. En 2011, por ejemplo, realicé una serie fotográfica titulada “it´s ok to be a boy”, en la cual fotografié niñas y mujeres de varias ciudades de Brasil que habían pasado por violencia sexualizada (y, algunas también, violencia jurídica). Pero (y aquí vuelvo a la cuestión de los medios) no lograba dar cuenta de la complejidad del tema en una serie fotográfica. Un ensayo, un reportaje, un texto en prosa, tampoco me parecían ser un medio ideal, porque corría el riesgo de ser prolija, redundante. La elección de tratar este tema en un proyecto de poesía me pareció un medio-término entre la prolijidad del reportaje y la concisión de una imagen fotográfica. Lo que quería era un medio que fuese capaz de causar emociones explosivas en les lectores, usando el mínimo de artificios posibles. La poesía me pareció el medio ideal para lograrlo.
El nombre del libro viene del poema homónimo. La elección de ponerlo en minúsculas tiene que ver con ese deseo minimalista de decir lo máximo posible usando lo mínimo posible.
MANDACARU – Vos ya usaste la expresión “el libro como una mordida” para referirte a el martillo. ¿Qué representa para una obra como esa –claramente feminista, que golpea al patriarcado, a la violencia machista y a nuestros corazones- haber sido la ganadora del Premio Rio de Literatura en 2018? ¿Qué expresa sobre el campo literario y el escenario político actual de Brasil?
AI – No lo sé exactamente. Concretamente, recibir un premio significó la chance de, como trabajadora de la cultura, sin diplomas de universitarios completos, proveniente de una familia de clase baja del nordeste brasileño, hija de madre soltera, empezar a ahorrar –algo que en un futuro, tal vez, me lleve a comprar un lote en el interior de Pernambuco, construir una casa para vivir, plantar mi comida, criar mis gallinas. Y en 2020, durante la pandemia, tener esos ahorros me permitió poder hacer donaciones a las iniciativas populares y de los movimientos sociales en los que milito y/o en los que creo, además de que me ayudaron a navegar el desempleo sin ahogarme en deudas.
Ahora, tengo una posición muy crítica en relación con todas esas instancias de legitimación neoliberales. Por un lado, como trabajadora de la cultura viviendo en un sistema capitalista y neoliberal, tengo la necesidad de participar en ellas, porque, en este sistema, el reconocimiento de mi trabajo y el éxito de mi escritura pueden, tal vez, significar mi sustento material. Pero como feminista marxista, creo que el sustento material de una persona no puede depender de su talento individual, sino que está vinculado a su derecho como ser humano.
La premiación no fue un mar de rosas. No. Aparecieron muchos hombres cuestionándome. Tuve mucho apoyo de muches colegues, pero sobre todo de las mujeres de categoría, de lectoras, de profesoras, pero la premiación me mostró que, si algo cambió en el medio literario, fue muy poco. La trampa de la representatividad, inclusive, se encuentra ahí. Es necesario que construyamos una sociedad completamente diferente, basada en relaciones sociales completamente diferentes.
MANDACARU – Adelaide, el martillo es tu tercer libro de poemas y ya fue traducido al inglés, al alemán, al griego, y ahora al español por Diana Klinger para Mandacaru Editorial. ¿Cómo entendés los diferentes procesos de traducción y edición de tu obra? ¿Cuál es tu expectativa en relación con la circulación y recepción en Argentina?
AI – Traducir, para mí, es un trabajo de solidaridad internacionalista. Tengo un amor y un profundo respeto por ese oficio y por les colegues que se dedican a él. Traducir puede volverse un trabajo de negación de las fronteras de los estados-nación, de la exclusión nacionalista, racista, xenófoba. Traducir puede ser una herramienta fundamental para el fortalecimiento de los debates sobre decolonización y emancipación de la clase trabajadora. Sobre todo cuando traducimos poetas de izquierda, poetas populares, de las periferias del capital, poetas indígenas, no blanques, poetas que escriben en lenguas marginalizadas y lenguas prohibidas por el status quo – cuando hacemos eso, estamos reescribiendo la Historia.
“Traducir puede volverse un trabajo de negación de las fronteras de los estados-nación, de la exclusión nacionalista, racista, xenófoba.”
Adelaide Ivánova
Ustedes no tienen una idea de la alegría que me da, en un momento histórico como éste en Argentina y em América Latina, estar presente por medio de mi poesía, junto a las Hermanas argentinas. ¡Estoy emocionada, agradecida y fortalecida para seguir en la lucha!