Bordado, poesía y subversión
La artista e investigadora brasileña Clara Nogueira es la ilustradora de los libros de estreno de la colección poesía de Mandacaru: parque de las ruinas de Marília Garcia y El martillo de Adelaide Ivánova. En esta entrevista, ella nos comparte cómo fue su proceso creativo para cada libro y cómo entiende la relación entre el bordado, la maternidad, la literatura y la política.
Traducción: Jocelina Segato / Foto: Lana Pinho
MANDACARU – Contanos un poco sobre vos. ¿De dónde sos? ¿A qué te dedicás?
CN– Me llamo Clara Nogueira, tengo 35 años. Soy de Olinda, Pernambuco (en realidad nací en Recife, pero al día siguiente ya estaba en Olinda). Es difícil hablar sobre mí misma sin mencionar que soy la madre de José y Pilar. La maternidad y mi relación con el bordado se entrecruzan y, hoy en día, me dedico a trabajar con estos colapsos internos y revoluciones. También soy Arquitecta y Urbanista, tengo un máster en Artes Visuales y realizo investigaciones sobre género, textiles, territorio, intervenciones urbanas e instalaciones efímeras.
MANDACARU – ¿Cómo es tu relación con el bordado y cómo llegó a tu vida?
CN – Aprendí el bordado tradicional, el punto de cruz y el crochet cuando todavía era chica en el colegio de monjas donde estudié, en Olinda, Pernambuco. Estas prácticas textiles me acompañaron toda mi vida, nunca dejé de hacerlas. Suelo decir/recordar que aprendí a leer y a bordar al mismo tiempo y que, desde entonces, están presentes, estas dos cosas, en mi vida. En 2013, cuando quedé embarazada de mi primer hije, empecé a bordar más a menudo. Estaba bordando y divagando sobre mi condición de madre-esposa. Recién graduada en Arquitectura, en el puerperio de José, el bordado se convirtió en mi trabajo, mi expresión, mi sostén… Fui llevada por esta fuga.
MANDACARU – ¿Cómo nació la idea de Linhas de Fuga? Contanos un poco sobre el proyecto.
CN – Linhas de Fuga nació de eso. En 2015, necesitaba un nombre para este nuevo proyecto artístico personal, donde abordaba mis sentimientos sobre los cambios en mi cuerpo, las experiencias con la maternidad. Linhas de Fuga me recordaba las líneas imaginarias con las que se hace cualquier dibujo en perspectiva, en el dibujo técnico, parten de un punto de fuga. Cuando empecé a investigar este nombre, me encontré con Deleuze y las “Líneas de Fuga” en un sentido más amplio. Elegí no sólo un nombre, sino una teoría para todo lo que estaba desarrollando con el bordado, con mis fugas para el bordado. ¡Estaba huyendo y buscando un arma! Todo encajaba en ese nombre y se encaja hasta hoy. “Linhas de Fuga” es entonces un proyecto artístico personal e investigativo.
MANDACARU – ¿Cómo entendés la relación entre el bordado, el arte y la política? ¿Cuáles son tus referencias?
CN– Como bordadora desde hace mucho tiempo, creo que el “bordado”, el “bordar” ha ido adquiriendo diferentes significados para mí. Bordaba como parte de mí, de una rutina… Ahora como una herramienta, una fuga, una expresión.
“Estamos revisando los sistemas de poder en los que se subyuga el bordado, a través de teorías como las feministas/decoloniales”
Clara Nogueira
Creo que el bordado, hoy en día, es un acto de subversión. El bordado tradicional era hecho en su mayoría por mujeres en el ámbito del hogar. No se consideraba una forma de expresión artística o una profesión. Estaba mucho más ligado a una estructura de represión, de la práctica como un dote, una habilidad, una de las domesticidades femeninas. Hoy en día, las mujeres (y los hombres) hacen uso de esta técnica ocupando espacios, manteniendo la familia, expresándose, resistiendo. Vemos al bordado ocupando (o todavía luchando por ocupar) espacios artísticos.
Creo que el bordado, hoy en día, es un acto de subversión. El bordado tradicional era hecho en su mayoría por mujeres en el ámbito del hogar. No se consideraba una forma de expresión artística o una profesión. Estaba mucho más ligado a una estructura de represión, de la práctica como un dote, una habilidad, una de las domesticidades femeninas. Hoy en día, las mujeres (y los hombres) hacen uso de esta técnica ocupando espacios, manteniendo la familia, expresándose, resistiendo. Vemos al bordado ocupando (o todavía luchando por ocupar) espacios artísticos.
También hay técnicas textiles, como el bordado, que implican cuestiones políticas de una manera más obvia/directa. Además del hacer propiamente dicho, los mensajes que transmiten las obras textiles son denuncias, como las arpilleras en Chile, por ejemplo. Aquí en Brasil, hay colectivos que traen el bordado como forma de denunciar los males de nuestra sociedad, como las “Linhas do Horizonte” de Belo Horizonte, las “Linhas de Sampa” de São Paulo. También hay gente que trabaja con el bordado de forma autobiográfica y sigue siendo político y colectivo.
Tengo muchas referencias de personas/obras como Rosana Palazyan, Rosana Paulino, Leonilson, Cristina Carvalho, Clarissa Machado, Teresa França, Oluyiá França, Madalena dos Santos Reinbolt, la peruana Ana Teresa Barboza, la francesa Louise Bourgeois, tantas personas increíbles con temas/tiempos diferentes, con obras tan poderosas. Admiro la resistencia y el mantenimiento de la práctica de los bordados tradicionales realizados por D. Lúcia Firminio, Nete, Maria da Paz, algunas de las mujeres que conocí a través de una investigación cultural que estoy desarrollando desde 2014 llamada “Artesãs Têxteis de Pernambuco” (disponible en www.mulheresquetecempe.com.br)
MANDACARU – Tus bordados ilustran las tapas de los dos libros de estreno de Mandacaru: parque de las ruinas, de Marilia García, y el martillo, de Adelaida Ivánova, los dos de nuestra colección de poesía. ¿Cómo fue el proceso de creación de cada uno de ellos? ¿Cuáles son los desafíos en el moldeo de la imagen que trae cada obra? ¿Qué similitudes y diferencias hay en ellas?
CN– Fue un desafío. Todavía no estoy cien por ciento segura de mi capacidad artística, siento que estoy construyendo algo, pero camino despacio, lo confieso. Pero me tiro a estos desafíos, creo en los proyectos en que me involucro, como este. En el principio de “Linhas de Fuga”, hacia bordados por encargo, ¡pero nunca había hecho una tapa de libro! Recibí la invitación con mucha alegría y mariposas en el estomago. En cuanto al proceso de creación, para las dos autoras, leía las poesías y esbozaba las primeras imágenes que se me aparecían. Algunos poemas son “más fáciles”, traen elementos visuales, otros no.
En orden cronológico, recibí primero los poemas de Adelaide Ivánova, y luego los de Marília Garcia. Después de leerlos, hice dibujos, seleccioné algunas ideas y hablé con las editoras. Por una cuestión de tiempo, dibujé antes, ya que no tendría tanto tiempo para bordar y seleccionar después. Preferí dibujar las ideas y sólo bordar las que “tenían sentido”. Incluso, después de esta primera etapa de dibujo y conversación con las editoras, bordé una tapa. Se lo enviamos a Adelaide Ivánova, y como me basé en solo 5 poemas del libro, no traduje en su totalidad. Había pasividad, morbosidad y nada de humor en la ilustración. Así que empecé de nuevo desde cero y me puse en contacto directo con Adelaide (lo cual fue un tremendo honor para mí). Así que dibujé y le escribí y ella aceptó una de las ideas. Ahí, entonces, bordé definitivamente la tapa de “El martillo”.
En cuanto al parque de las ruinas, como aprendimos de la experiencia con “El Martillo”, enviamos el dibujo a Marília, que aceptó la idea y luego yo bordé la tapa. Lo que une a las dos tapas son los colores, que fueron elegidos de antemano, para dar unidad a la colección de las traducciones. Así que la tela roja, el bordado en hilo de algodón y en blanco y negro fue una premisa estética que construimos debido a la identidad visual de Mandacaru (algo que parecería limitar, pero en realidad, me encantó el resultado).
“Ilustrar la tapa de un libro es una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido. No es fácil domar la sutileza de su interpretación. Sentí que no podía centrarme en las experiencias/sentimientos personales y traté de encontrar un camino hacia un entendimiento colectivo.”
Clara Nogueira
En “El martillo”, una de las ideas que surgió fue la de una mujer con cabeza de martillo. Primero había bordado a una mujer acostada en su cama, con un buitre en la cabecera de la cama. La mujer que está a punto de esconder su martillo… Cambiamos de rumbo, porque esta no era la imagen que contemplaba el libro en su totalidad.
Entonces leí todo el libro de Adelaide. Puse a la mujer de pie en mis dibujos, con un martillo en la mano. Ella gigante (tengo una verdadera pasión por pensar en mujeres gigantas) y los elementos de los poemas, en chiquito, rodeándola. Pero el martillo en su mano aún no me convencía. Así que pensé, de repente, en la “mujer martillo”, la mujer que se convirtió en su propia herramienta, que hizo de su cabeza pensante su herramienta. Me acordé de la expresión que decimos aquí en Pernambuco “ese hombre es un clavo”, para referirnos al pelotudo. Compartí con Adelaíde la duda sobre no “objetificar” a esta mujer, pero nos consolamos pensando en ella como una metáfora: “ver a ese dibujo de un cuerpo-martillo como una metáfora de su cuerpo entero, como una respuesta, un arma, ¿no?, su cabeza, lo que ella piensa, como un instrumento de autodefensa” (Adelaide me dijo por mail).
Así que concluí la idea de la tapa y la bordé.
Ya para parque de las ruinas, no pude dejar de pensar en el trabajo de la artista Rose-Lynn Fisher, que está inserido en el poema que da nombre al libro. Investigué un poco más “La topografía de las lágrimas” y me encontré con hermosas imágenes. Quería bordarlas en ese mismo momento. Creo que, justamente, la fascinación de Marilia por estas imágenes, hizo con que hiciera el vínculo en su poema. Sólo hice lo que cualquiera haría por invitación de una poeta. Bordé la topografía de la lágrima “quiet ripening”.
En el poema “Parque de las ruinas”, Marilia trae muchos escenarios, muchos sentimientos. Esbocé muchas cosas, muchos dibujos, después miré cada uno y vi que siempre repetía un “ojo” humano. Entendí, entonces, que fue a través de la mirada de Marília a su alrededor que este poema/libro fue posible. Así que dibujé ese ojo, la mirada. Busqué en Google la imagen de Marilia y dibujé su ojo, su mirada.
Le enviamos el esbozo que unía la topografía de una lágrima y su ojo. A ella le gustó, así que lo bordé.
MANDACARU – ¿Como fue la experiencia de participar en un proyecto editorial feminista e independiente como Mandacaru, que está en otro país y en medio a la pandemia?
CN– Me sentí muy a voluntad para crear y me alegró mucho ver las fuerzas femeninas en movimiento y en todas las etapas del trabajo. Son mujeres autoras, mujeres editoras, mujeres en el arte/diseño. Tuvimos algunas reuniones y compartimos un poco de nuestras rutinas, hay siempre tantos elementos que nos unen, ¿verdad? No sé si tendríamos estas conexiones si fuese un proyecto de escritores y editores masculinos…
Todavía, está el tema de reconocer nuestros lenguajes, mujeres que escriben, investigan, y yo que bordo – todas estamos resistiendo en nuestros campos, qué bonito es tener un lugar donde podemos apoyarnos unas a las otras.
Sobre la pandemia… Trabajar en la pandemia, con dos niñes (una bebé), fue muy difícil en algunos momentos. No tenía material, tuvimos que esperar un poco para comprar, después estaba la cuestión del formato de envío, tuve que salir a escanear/fotografiar los bordados. Es un momento sin precedente lo que estamos viviendo, ¿verdad? Hice estos bordados en medio de cambios importantes en mi vida personal, aparte del catastrófico escenario político aquí en Brasil. Lo que hizo este momento un poco más llevadero fue, precisamente, la posibilidad de intercambio y escucha que tuvimos. Yo aquí en Brasil, ustedes en Argentina.
MANDACARU – ¿Hay algo más que quieras compartir?
CN– Mi gratitud a estas mujeres, por poder participar de esta cosa tan poderosa. Felicitaciones y larga vida a las Mandacarus.